MUNDO EXTREME

28.11.2013 13:44

MUNDO EXTREME

Pasan cinco minutos de las diez y entro a ver la exposición de estos artistas discapacitados intelectuales sin saber nada de lo que me voy a encontrar, sin ninguna idea preconcebida de lo que voy a ver, ni de lo que voy a experimentar. Como cabe suponer, a estas horas tan tempranas,  la sala está vacía. Me encuentro solo.

Paso despacio de obra en obra. Hay de todo, muchos dibujos, pinturas, renglones torcidos en cuadernos que nos hablan de sueños, de ilusiones, de fantasías, de preocupaciones o incluso de obsesiones. A medida que observo pienso más en los/as artistas que en las obras. ¿Qué quieren decir? ¿Qué nos cuentan?  Las casas deformes de los dibujos se asemejan a algunas casas de Van Gogh, pero como si las hubiera dibujado un/a niño/a  pequeño/a. Personajes fantásticos, gente común, dibujos encerrados en mil rallas de bolígrafo, manchas de colores en todas las direcciones, personajes que ocupan el margen izquierdo de una cartulina que se abre al blanco de la nada todo su espacio, como si le diera vergüenza estar en el centro del papel. Curioso. Y cada vez los dibujos me dicen más cosas de sus creadores. Ha pasado media hora y escucho una tos. Al principio de la sala hay una chica que observa atenta el dibujo del hombre lobo. Ya no estoy solo.

Entro en la segunda sala y ahí están las obras plásticas. Madera, cartón, escayola, alambre, tela. No sé muy bien la razón pero estas obras hablan más. Y me cuentan más de quienes las crearon (además las leyendas me informan también). ‘Un armario con ruedas’, curioso artilugio. Veo las ruedas y el armario, pero no veo la puerta. ¿O acaso si la tiene y soy yo quien no la ve?  Tres bustos de mujer se titulan ‘Atrapadas’. Las tres miran con la cabeza inclinada hacia abajo llorando lagrimas negras, y sobre su pecho surcos de tinta roja como la sangre. Se las ve tristes y es cierto que están atrapadas, pero ¿cuál es su cárcel?, y ¿porqué han sido condenadas? También está el hombre lobo. Grande, más alto que yo, altivo, desafiante.  

Me pongo a pensar en lo difícil que lo tienen estos artistas, y mucho más ahora, por los momentos que pasamos. Solo espero que esta gente que sueña como todos, que se ilusiona con su creatividad como todos, no caigan en el olvido social, pero mucho menos en el abandono social.  Pero pienso que eso no va a pasar. La sociedad es mucho más inteligente y mucho más justa que los gobiernos; que cualquier gobierno. De hecho, un simple individuo justo es mucho más inteligente que cualquier gobierno. Y hay cientos, miles, decenas de miles, millones de individuos justos y libres que pueden decidir la manera en que los gobiernos cuiden de esta gente. No son diferentes de los demás, salvo por el hecho de que seguramente necesiten más cariño, apoyo y respeto que otra gente. Y eso necesita atención, no abandono ni exclusión.

Ha pasado más de una hora y salgo de la exposición. En la puerta de entrada hay un grupo de unas quince personas con síndrome de Down atentas a las indicaciones de su profesora dispuestas a entrar. Me dirijo a la salida. Una de ellas me agarra del brazo y señala detrás de mí.  Si, en el suelo está la braga que me ha cubierto el cuello del frio esta mañana. La recojo, sonrío a esa mujer y le doy las gracias; pero ya no me hace caso, sus ojos están pendientes (como los de todos) de las explicaciones de la profesora. Y en todos ellos brilla la ilusión y el nerviosismo de lo que se van a encontrar, de lo que van a ver, de lo que van a experimentar, de lo que van a pensar. Los ojos no mienten. No hay mejor libro en el Universo que el que llevamos escrito en nuestra cara. Fácil de leer para algunos y difícil para otros, pero con un lenguaje universal que todos entendemos y que nos hace ser a todos iguales. Llevamos escrito nuestro ser a la vista de todos y nos comunicamos de igual manera unos con otros. Es de justicia pensar más en lo que nos une que en lo que nos diferencia, ¿no creéis?